HECUBA LA S DISTANCIAS DEL ODIO
PROGRAMA OBRA TEATRAL
CONVERSACIONES CON HOMERO
"Lecturas sobre Homero"
Gentileza de La Pequeña Grecia para Ser Griegos
“Porque vivir con gloria
o morir heroicamente es lo que debe hacer el noble”
AYAX
En el siglo XII antes de Cristo, unas ciento cincuenta y cuatro ciudades organizaron una flota armada con numerosos barcos y, reuniéndose furtivamente en la costa de una región llamada Áulide, zarpó desde los mares de Grecia (1) central con la finalidad de castigar y vengar el rapto de la esposa de un rey espartano llamado Menelao, quien era hermano del comandante de la armada y rey de Micenas, la ciudad más poderosa entre todas para aquel entonces.
La mujer en cuestión, conocida como Helena, bien o mal de su grado, fue raptada por un huésped del palacio de Esparta quien era príncipe en una ciudad de Asia Menor llamada Troya o también Ilión porque tomaba este otro nombre de su antiquísimo fundador: Ilioneo. Este huésped se llamaba Paris y era hijo de Príamo, el rey de los troyanos; por lo cual, a los sucesos legendarios de esa guerra recogidos por un poeta-cantor llamado Homero se les llama “la Ilíada” y en ellos se narran los sucesos acaecidos en el año décimo de la expedición punitiva.
Paris, con el desatino de su gesto, violó pues uno de los principios más sagrados que para entonces practicaban los griegos, cual era la hospitalidad, (2) rasgo compartido por todos los pueblos marineros, ya que sujetos a los caprichos inesperados del océano, se encuentran siempre necesitados de recibirla, y nada hay mejor para asegurar la hospitalidad que darla.
Tal vez sin esto el rapto no hubiera pasado de ser el insignificante problema conyugal de un marido cornudo y una esposa resbaladiza de perturbadora belleza, pero es que además se sumaba el hecho de un pacto anterior realizado a propósito de la obtención de los favores de Helena por quienes la codiciaban en matrimonio cuando era todavía una doncella. Se organizaron certámenes atléticos entre los pretendientes, y se juró que todos participarían en la reparación contra cualquier ofensa que se realizara eventualmente contra el hogar surgido de esa competencia.
Además, no debe olvidarse que Agamenón, primero entre sus pares, rey de reyes, sintió aquella ofensa como algo personal, ya que tanto el honor de su familia, -conocida como atrida por provenir de Atreo- y su prestigio como comandante militar que hacía respetar la ley, quedarían en entredicho si no castigaba el rapto de su cuñada o, en la opinión de otros, adulterio.
Como quiera que todos los reyes de las ciudades llamados a congregarse para la venganza tendrían distintos motivos a los que impulsaban a los dos hermanos, podremos darnos cuenta que al acudir a la costa de Áulide, probablemente pensaron que debían actuar si no querían ser victimas de la misma situación en lo futuro con sus mujeres e hijas y, por otra parte podrían ser motejados de cobardes, lo cual constituía la más grave ofensa para los hombres de aquel tiempo. (3)
Algunos historiadores, que siempre andan buscándole cuatro patas al gato, dicen que la verdad es que Troya, enclave urbano de marineros ubicado en un promontorio a la entrada de un estrecho que une al mar Egeo con el mar Negro; constituía un punto clave para exportar mercaderías hacia los pueblos del norte de Asia y, en consecuencia, el rapto de Helena proporcionó la excusa para una invasión por motivos puramente económicos. Además, en lo personal, la idea de volverse con un cuantioso botín de la opulenta ciudad, era una perspectiva muy tentadora. (4)
Es que tenemos que detenernos en los motivos cuando nos enteramos de que algunos reyes fueron a regañadientes y de que nada menos que el máximo héroe de aquella contienda llamado Aquiles Pélida, quiso pasarse de vivo disfrazándose de mujer para no ir, y otro, Odiseo, el más astuto de todos, también hizo lo mismo.
Mas entre ellos hubo varios que fueron con sus barcos a la reunión de Áulide por el puro placer de pelear, porque eran gente de naturaleza belicosa, entre ellos podemos mencionar a un guerrero llamado Diomedes Tidida, otro llamado Filoctetes, otro de nombre Antíloco y así una numerosa cantidad de generales que llevaron varios barcos o trirremes de guerra, con sus respectivos batallones armados hasta los dientes.
Entre ellos destacaba particularmente un temible hoplita, que así se le decía a los guerreros de a pie, porque portaban un “hoplón” o escudo, que tenía una fuerte musculatura y dirigía las tropas del aguerrido pueblo de Salamina, famoso por su arrojo en las batallas. Este es Ayax de quien hablaremos en otra próxima oportunidad.
De modo que tenemos una primera diferencia entre aquellos generales valentísimos, pero que fueron miedosos al principio como Aquiles y Odiseo, con este militar que acudió al llamado sin preguntar ni poner objeción alguna.
Alguna clara mañana del 1200 antes de Cristo, oculta en el puerto de un golfo estrecho que la protegía de cualquier espionaje o asalto súbito, después de hacer los obligados sacrificios a los dioses, se dio la orden de zarpar a la mayor flota que nunca antes conociera la historia. Unos cien mil (5) mil hombres, se subieron a los barcos, desamarraron las cuerdas, aparejaron los remos, desplegaron velas, izaron los mástiles; y las cóncavas naves, agrupadas en riguroso orden, emprendieron la navegación por el Egeo hacia una tierra lejana y desconocida donde arribaron a los cincuenta días, sorprendiendo a la inaccesible ciudad de Troya, cuyos habitantes ocultaban al raptor y a la raptada.
El desembarco no debió ser inmediato, pues desde la privilegiada altura donde se encontraba enclavada, los vigías (6) apostados en sus torres debieron dar un alerta temprano y el primer encuentro sangriento enrojeció por primera vez las playas de la que había prosperado en completa paz bajo el reinado de Príamo.
De los primeros nueve años de esta guerra no sabemos mucho más de lo que nos cuenta el poeta Homero. Pero debemos suponer que un ejército expedicionario, acampado en una playa, con un pueblo enemigo amurallado al frente no podía sobrevivir si no realizaba guerra de pillaje en las comarcas más débiles, aliadas (7) de aquel centro civilizador. Esto lo sabremos porque, además de relatarnos las operaciones propias del asedio, Homero nos cuenta que Aquiles, el héroe más destacado del ejército invasor de su epopeya y comandante de los mirmirdones dice haber tomado y saqueado veintitrés ciudades, (8) obteniendo rescate por ilustres prisioneros que logró capturar, contándose entre ellos los padres de una bella mujer llamada Andrómaca, esposa de Héctor, héroe máximo de los troyanos. También por Homero sabemos que existió un auténtico servicio de correaje que surtía a los aqueos de suministros provenientes de puntos tan lejanos como Lemnos, una de las numerosas islas que salpican el interior del mar Egeo.
De modo que, durante este tiempo, puesto que el peso de la guerra y del sostenimiento del ejército recayó principalmente sobre los hombros de Aquiles y de sus tropas, por ello la gloria de este héroe eclipsaba, como un sol radiante la tenue flama de un candil, los méritos de los otros comandantes. Durante este tiempo nuestro Ayax hace silencio, pero pronto habrá de entrar en escena con luz propia.
Henos aquí llegados por la magia de Homero al décimo año de la guerra. Y si nos preguntamos por el hecho de que los aqueos envejecían peligrosamente sin recambio de tropas, pues no solían, como se hizo después, contratar mercenarios ni usar esclavos en la guerra, dado que al capturarlos sencillamente los mataban, los preservaban para los sacrificios (9) o excepcionalmente los canjeaban (10) si hubiera quien pagara su rescate (11); no desacertamos, como no desacertamos al suponer la frustración que debió producirles tan largo asedio sin ningún provecho patente a la vista.
En este estado de cosas sucede una cosa completamente inexplicable.
Ya dijimos que Aquiles sostenía mediante guerra de pillaje al ejército. Durante estas incursiones dirigidas a obtener medios de subsistencia como al socavamiento del apoyo exterior de Troya, un botín muy preciado lo constituyeron pues, además las mujeres, las cuales por motivos muy comprensibles se distribuían según su hermosura o su nobleza desde los más encumbrados comandantes hasta los más modestos soldados. Es así que la más bella, la más noble capturada en una incursión (12) le correspondíó a Agamenón, el rey de reyes, y Aquiles el rey mirmidón, se conformó con quien le tocó en suerte. La Primera se llamó Criseida y la segunda Briseida, “la de bella cintura”. Pero hubo un problema:
Criseida “la de rizos de oro” como su nombre indica, era hija de un sacerdote de Apolo (13), y estaba consagrada como sacerdotisa de esa divinidad, por lo que su retención contra su voluntad y la de su padre era algo más parecido a un sacrilegio que a un rapto común (14). En esta circunstancia Crises suplica a Agamenón le devuelva a su hija para lo cual le ofrece un cuantioso rescate, a lo que este no solamente se niega; sino que ensoberbecido, le despide con zahirientes palabras.
Acto seguido Crises se aleja por las orillas del estruendoso mar y suplica a Apolo “el que hiere de lejos” que envíe sus flechas mortíferas sobre el campo aqueo, para que paguen así su insolencia. Apolo le escucha y manda una peste sobre las tropas, de modo que a las dificultades anteriores se une ahora un enemigo letal e invisible contra el que no tenían defensa alguna. El ejercito aqueo perecía impotente desde dentro a la vista de los troyanos, y si éstos, por alguna razón desconocida no atacaron entonces, es posible conjeturar que no lo hicieran por el peligro de impureza que suponía efectuarlo (que así se llamaba al contagio) por la misma razón que los espartanos no tomaron a Atenas siglos después cuando, en circunstancias parecidas se desató una peste durante la guerra del Peloponeso en el 433 a.C.
Ante esto, Aquiles toma la decisión de consultar al adivino Calcante, y este, correctamente, interpreta que la causa de la peste se debe al castigo de Apolo airado por la retención de Criseida. Es así como Aquiles, calmando los naturales temores del anciano adivino, le lleva a la reunión de los comandantes y expone a Agamenón el asunto.
El Atrida, cada vez más infatuado, denuesta a Calcante, ofende gravemente al Pelida, llamado así por ser Aquiles hijo de Peleo y, finalmente, devolviendo a Criseida de mal gusto; toma consigo a Briseida, la amante cautiva de aquel. Aquiles, ya próximo a desenvainar la espada, escucha la voz de Atenea quien le exhorta a contenerse, pero en descargo de su honor le aconseja también ofenderle con la atronadora violencia que sólo la poesía de Homero sabe transmitirnos con toda su crudeza. Aquiles le injuria limpia y elocuentemente (15), y como resultado de estos hechos, profundamente airado (16), decide que ni él ni sus tropas combatirán a favor del odiado comandante “cobarde” y “cara de perro” (17) como también le califica. En esto, el altivo general mirmidón, se retira del ágora de los comandantes y marcha hacia sus tiendas, junto a sus barcos y sus hombres para preparar el retorno hacia su tierra.
Mientras dure la ira (18) del pélida Aquileo, el ejército griego se encuentra condenado a la aniquilación total y es de esto que nos habla Homero en la Ilíada:
Rapsodia I
Peste-Cólera
”…Canta oh Diosa la cólera del pélida Aquileo. Cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al hades muchas almas valerosas de héroes a quienes hizo presa de perros y pasto de aves-cumplíase así la voluntad de Zeus- Desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquileo…” Idem I, 1
Como producto de la devolución al dios, cesa la ira de Apolo y la peste se aleja, pero así como un corazón no puede impulsar sangre sin al mismo tiempo recibirla; en este preciso instante comienza la ira de Aquiles. La satisfacción otorgada a un dios se trueca en violencia humana por motivos parecidos.
Llegados a este punto se impone una reflexión necesaria. Para un ejército expedicionario de aquel tiempo, el trofeo o botín de guerra constituía un motivo esencial para llevarla a cabo según ya dijimos. Esto, no solamente porque otros pueblos: fenicios, anatolios y egipcios la practicaban contemporáneamente, sino porque los restos arqueológicos existentes nos muestran que la riqueza inicial de los Aqueos -llamados así porque su capital, Micenas, se encontraba enclavada en la región de Acaya-, con bastante probabilidad se debió al saqueo de comarcas exteriores conquistadas (19). Y esto es un motivo muy plausible para determinar la importancia cultural que la concesión del premio, tuvo como principio sagrado para el ethos heroico. La unidad militar, el espíritu de cuerpo, hasta bien entrada la época clásica, contemplaba el trofeo como un derecho inviolable que comportaba el honor del combatiente.
Ello nos permite observar que cuando Briseida le es arrebatada a Aquiles por el jefe del ejército, los aqueos todos ven peligrar sus respectivos bienes por la conducta ensoberbecida de Agamenón. En efecto, deja ver Homero, las razones que asisten a Aquiles (20). Por un lado se arrebata la cautiva (21) al hombre más merecedor de ella por sus servicios indiscutibles a todas las tropas, de modo similar a como injustamente arrebatara Paris el Troyano, a Helena. En segundo lugar, los aqueos no están, ciertamente, luchando porque a ellos, personalmente, los troyanos les quitaran nada. La guerra -cualquiera sea su eventual resultado- no confluirá sino en aumentar la gloria de quien ahora violenta el código guerrero, y lo hace precisamente el custodio, el “basileus” (22) obligado a respetarlo ante todo y ante todos (23). Nos encontramos pues que a la peste, detenida por la restitución de Criseida, se sigue una desmoralización, tan disolvente como la anterior. Sencillamente, se trata de una rebelión y no sabemos dónde irá a parar (24).
El corazón armado de la civilización occidental se encuentra a punto de exterminio total en la exacta aurora de su nacimiento.
Reuniones y arengas se multiplican a favor o en contra de la prosecución de la guerra. Los sacrificios, las consultas a los dioses se efectúan a toda velocidad y los astros se conmueven. En el Olimpo las deidades toman partido a favor de los bandos contrapuestos y fijan sus territorios de influencia, se pelea ahora tanto en los cielos como en la tierra.
Los aqueos deberán combatir sin su invencible soldado. Llega la noche y de pronto la figura de su antagonista crea un terror pánico entre todos. Héctor se lanzará, apenas se entere, como feroz ave de rapiña sobre unos polluelos desamparados. Conteniendo el aliento comienzan los preparativos para el retorno, llegarán derrotados y con ellos sus dioses humillados (25). Atrás los sacrificios y las despedidas, atrás los augurios, las reuniones, las arengas al valor. Troya no será conquistada. A la carencia de medios se une ahora la falta de razón.
Existe, sin duda alguna, un motivo suplementario de reflexión. Sostener el esfuerzo bélico supone contar con medios calculados y funciones especializadas. Sin el aporte regular de los mirmidones en suministros y abastecimientos a las tropas, Agamenón no cuenta con reemplazos. En el cálculo de aquella pérdida irreparable a que su soberbia le condujo no entraba esta eventualidad. ¿De cuánto tiempo dispondría en momentos que su ejército estaba, ahora sí, condenado a vencer o a perecer en una aislada como lejana cabeza de playa? De poco tiempo, ciertamente.
Más aún, si consintiera escapar, en un esfuerzo coordinado de operaciones complejas, tales como reparar los barcos de los otros reyes cuyas maderas y cuerdas se encontraban podridas tras largos nueve años (26) ¿Cuántos participarían? Y mientras, ¿Cuántos sostendrían la línea de defensa? Agamenón sabe que a su propia soberbia, muchos reyes bajo su mando se encuentran oponiendo una soberbia comparable. Simple y llanamente el ejército –excepto Aquiles y los suyos- está materialmente imposibilitado de regresar y arengas tales como las expresadas por Tersites, un locuaz portavoz de la causa del Pelida, no es que carezcan de estricta lógica; simplemente se trata de un discurso sin posibilidades efectivas de concretarse. Agamenón sabe que, o vencen, o perecerán sobre las arenas de la playa troyana. Se prepara pues para una guerra estática de posiciones. El escenario se encuentra invertido. Ahora los asediados lo serán los aqueos por Héctor, su mortífero enemigo y este no va a perder la oportunidad de sacar el mayor provecho.
De Homero se han dicho muchas cosas y seguramente se dirán muchas todavía porque su influencia ha sido muy profunda en el pueblo griego, para el que (27) constituyó un ideal educativo (28), moral, artístico, poético, político (29). Tanto es así, que se cuenta de un famoso político llamado Alcibíades en tiempos de Perícles quien la emprendió a palos contra un pedagogo ateniense por no tener “la Ilíada” en su biblioteca (30), y uno de sus más grandes poetas llamado Esquilo afirmará que la tragedia se nutría de las migajas caídas de la opípara mesa de Homero. (31)
Uno de esos aspectos en que se le consideró un maestro hasta bien entrada la era clásica, fue en al arte de la guerra (32).
La guerra es, aunque no hayamos participado en ninguna, algo parecido a un juego. Por esto vemos que, los juegos olímpicos por ejemplo, comprenden deportes tan agresivos como el pugilato o Pancracio como se le decía en el siglo V que por cierto se realizaba sin guantes, la lucha olímpica, el lanzamiento de jabalina, las carreras de fondo y el maratón, tiro al arco, carreras de aurigas etc. Todas estas disciplinas cuyos atletas podían emplearse apenas surgiese un problema grave en los campos de batalla como soldados especializados. Juego también porque pone a prueba la capacidad estratégica y táctica de un grupo de combate ante problemas surgidos de un teatro de operaciones militares específico. Esto incluye, por supuesto, la comprensión apropiada de las fuerzas del contrario, su distribución geográfica, su equipamiento, sus líneas de aprovisionamiento, número, moral de combate, etc., que permitan diseñar un plan de ataque o resistencia dirigido a proporcionarle la mayor cantidad de pérdidas al enemigo con un menor costo para las fuerzas propias y un sinfín de detalles que constituyen la realidad de un ejército en combate. Si alguna vez hemos jugado ajedrez, al que también se le denomina juego-ciencia, pero que es básicamente un juego de guerra sabremos cuanta capacidad de previsión, sentido de la oportunidad, astucia, inteligencia y recursos se requieren para poder vencer a un enemigo que posee fuerzas iguales, materialmente hablando.
El campo de batalla que nos dibuja Homero nos habla pues de un agotamiento físico de los aqueos, de un agotamiento psicológico y de un estado de deserción casi pandémico. Las razones que les llevaron a combatir se han perdido, y se han perdido porque su máximo jefe incurre en la misma falta por cuya venganza acudieron todos a Troya. Y, precisamente, cuando las fuerzas numéricas de los aqueos disminuyen, mientras que las troyanas aumentan; deserta Aquiles con su ejército. No faltaba más.
Durante las noches que siguieron a su disputa con el Aquileo, Agamenón no tuvo motivos para conciliar el sueño. No lo tuvo, como no lo tenemos cuando una incorrección nuestra nos sumerge en la angustia, una especie de ahogo de nuestras facultades que nos impide ver el camino a seguir. El error en el que a veces sin querer, incurrimos, nos sumerge en una confusión de tal magnitud que pueden pasar días en los que nuestra mente trabaja sin cesar para obtener siquiera un vislumbre de claridad.
Cegado pues por la inminencia de una derrota que ve ante sus ojos y que él mismo precipitó con su soberbia, cuando todo parece perdido y no teniendo motivos para ello, Agamenón sueña, sueña con la victoria, y se despierta en la madrugada sobresaltado por esa visión en la que un dios le asegura que triunfará contra todo pronóstico.
Decir esto ante sus tropas sería añadir a la terquedad el vicio de la contumacia. Proclamarlo, fanatismo y locura; cuando las voces multiplicadas del campo aqueo, casi unánimes, piensan en el retorno.
Por ello, sigilosamente, acudió esa madrugada a las tiendas de los reyes que le eran incondicionales y realiza una reunión secreta para hablarles del sueño, que para los antiguos constituía una revelación divina (33). Allí acuerda con ellos una maniobra táctica dirigida a comprobar cuán fuerte es el desánimo existente entre las tropas y, lejos de sugerir nada parecido a la voluntad de los dioses, Agamenón, por el contrario; proclama ante todos el regreso, instruyendo a sus leales desobedecer esa, su supuesta voluntad.
Este es un punto muy importante del arte de la guerra: el jefe debe confiar en sus hombres, y, en situaciones críticas, saber con quienes cuenta. Esto permite, en primer lugar, elevar la moral decaída proporcionando el reconocimiento de los méritos individuales que ahora deberán ser repartidos y no sólo atribuidos a Aquiles, y en segundo lugar le permite discriminar entre los valientes y los pusilánimes.
Sobre Odiseo (34), rey de Ítaca, y Nestor Nélida, rey de Pilos, recae pues la responsabilidad de decir a los aqueos que, con la sugestión del retorno cuanto hace el atrida es probar su valor, y como ningún soldado que se precie quisiera pasar por cobarde, paulatinamente van dando muestras de querer arrostrar los peligros, hasta que la voluntad de todos se consolida en proseguir hasta vencer sobre Ilión.
Del otro lado, el comandante de las fuerzas troyanas discrimina correctamente las ventajas que le proporciona el escenario que se dibuja nítidamente a lo lejos. Lo tiene todo a su favor, tiene valor, tiene un ejército probado y puede doblar su número con el reclutamiento entre sus aliados cercanos, conoce el terreno como ninguno, posee líneas de abastecimiento aseguradas para sus tropas, tiene tiempo y sobre todo tiene inteligencia de sobra, cosas de las que paulatinamente van careciendo los griegos llevados de sus torpezas. La justa reparación que llevara a sus enemigos a combatir se han perdido, la batalla se va equilibrando, y será cuestión de tiempo. Héctor puede en este momento descargar un golpe devastador sobre los aqueos, pero no lo hace. Elige la estrategia de una guerra de desgaste para ir minando la voluntad de sus adversarios y la evidente disminución de su vigor. Como primera táctica de este plan empeña pues una serie de combates parciales, aguardando el momento propicio para un encuentro aniquilador, y en segundo lugar planteará el escenario de una negociación que conduzca al restablecimiento de la paz: entregando eventualmente a Helena, causante de todo aquello.
Conoce bien el valor portentoso de los griegos y por ello no se hace ilusiones respecto a la ausencia de Aquiles. Ha luchado contra Diomedes, contra Odiseo, contra Ayax, contra Meriones, Antíloco, Teucro y Diomedes (35) entre otros y estos, si bien disminuidos, poseen todavía formidables capacidades. Líder responsable, reprocha la ligereza de su hermano Paris quien con tal error compromete gravemente la existencia de su pueblo (36). El alejamiento de Aquiles le da un recurso que antes no tenía: mezclará acuerdos con batallas y, llegado el momento, peleará para derrotarlos rápidamente con todo el poder a su alcance, comprometiendo sus fuerzas en un ataque decisivo.
¿Quién era este hombre que ha despertado tan contrapuestas opiniones en cuantos han leído la Ilíada? ¿Cuál es el motivo del pavor (37) que infundía un hombre a quien podemos considerar modelo de virilidad, excelente hijo, buen amigo, patriota eximio, padre virtuoso?(38)
Existe un rasgo inquietante, un hecho visual reiterado en torno a la figura de Héctor que se devela tras una atenta lectura: Héctor está en todas partes. Cada vez que Homero nos habla del valor troyano, aparece Héctor (39) por doquier como una espantosa personificación de la muerte rápida, inmediata, súbita en el lugar más inesperado (40). Consideremos por un momento esa lectura en que Homero nos dice que los aqueos creían ver en la mirada de Héctor los ojos de Gorgo (41). Pues bien, Gorgo, cuya imagen recordamos por esa bella escultura de Benvenuto Cellini en la que Perseo aparece con la cabeza del monstruo (42) en sus manos después de haberlo decapitado, era un ser mítico con una cabellera de mil serpientes, esto es, con dos mil ojos, lo que significa que cualquier arma levantada contra él, la advertía antes que pudiera serle descargada, y, actuando en consecuencia; aniquilaba a su adversario inmediatamente. (43) Una presunción tal vez más lógica podría ser que el valor de Héctor fuese transmitido por este con altísima eficacia a todas sus tropas, lo que hace posible definirlas como un solo cuerpo, como un solo organismo: Héctor-Gorgo.
Se produce pues esta adscripción que resume por lo general la valentía, la andreia adversaria en un solo hombre. (44)
Puede uno pensar que, en el sentido opuesto, tomando partido por los aqueos el poeta, dado que recitó su épica a la aristocracia jónica posterior, pueda regodearse en los caracteres individuales, en los hechos bélicos, religiosos y hasta en los odios y rivalidades personales de estos entre sí y deje al raso a los troyanos (45). Esto no es del todo cierto, pero es evidente que el peso de la masa narrativa de la Ilíada se inclina hacia los aqueos. Así las principalías, los orígenes, las genealogías, las historias, los combates singulares son, textualmente, mayores para los aqueos que para los troyanos, en otras palabras Homero menciona, apela, nombra y singulariza a los aqueos cuando por el contrario personifica (46) a los troyanos en la figura de Héctor (47). Es un detalle relevante que la voz narrativa o el narratario del bando aqueo aparece en primera persona y exhorta constantemente de manera individual, promoviendo vivo diálogo entre los personajes. (48)
Otra lectura sería que encontrándose enclavada la colonia cretense de Troya en el continente asiático, asimilara la estructura social de las teocracias persas cuya cúspide era la constituída por el rey y el heredero al trono. Esto puede implicar que los aqueos no solamente personificaran la masa del ejército adversario, sino que advirtieran que la destrucción de su resistencia pasara por la captura, aniquilación o destrucción de su máximo nivel jerárquico (49) del mismo modo que en el S. IV, los medos derrotarán a las tropas persas de Ciro matando a este y forzando la retirada de los diez mil griegos de Jenofonte hacia su patria. Como veremos, la herencia helénica de los troyanos prevalecerá sobre las costumbres locales e Ilión sólo será destruida mediante una genial estratagema.
Proponen estas líneas una hipótesis diferente. En Masa y poder, obra universalmente conocida del escritor Elías Canetti, nacido en Turquía; esto es, Asia Menor, este autor, entre diversos tópicos, analiza el mecanismo de la orden y particularmente de la orden militar.
La orden militar según Canetti equivale a una orden de muerte para su portador, y será más efectivo su cumplimiento mientras éste (50) posea los medios para descargarla lo más rápidamente posible, aniquilando la vida de aquel a quien se dirige, pues, mientras la orden no sea efectuada, descargada, liberada, constituye una amenaza que terminará matando al que tiene la obligación de obedecerla. Canetti analiza especialmente la orden en relación con los pueblos euroasiáticos que siguieron a las invasiones depredadoras de Atila y Genghis Khan, observando que la fuente de su poder se debió a la utilización del caballo como un medio masivo de desplazamiento que imprimió a sus órdenes la relampagueante simultaneidad (51) de ejecución entre el emisor y su destinatario, es decir, la víctima o las víctimas.
Esta propiedad de rapidez y movilidad instantánea (52) uniforma a los miembros de una sociedad militar, al punto de borrar las individualidades, y el comandante del ejército se multiplica en sus combatientes encargados de llevar a cabo su voluntad. Atila estaba pues en todas partes.
Troya era una ciudad asiática, por más que sus raíces culturales proviniesen de la isla helenística de Creta (53) de donde emigraron sus colonos (54). Homero la designa como “criadora de corceles”, es decir que Troya tuvo la capacidad de efectuar una guerra con un medio militar novedoso (55) del que carecieron los aqueos, (56) dado que las condiciones geográficas del continente griego impidieron el desarrollo de una caballería y, por otra parte, su accidentada superficie obstaculizó el uso masivo del caballo (57) en formaciones militares amplias.
Es obvio que por otro lado, los helenos no fueron un pueblo de pastores, y, aún más en este caso, le era imposible al ejército expedicionario aqueo mantener caballerías en la extensión estrecha de una cabeza de playa. Básica y definidamente se trató de tropas de infantería que lucharon contra un ejército que utilizó la caballería intensivamente. (58) Cada jinete llevaba, súbito, las órdenes de muerte de Héctor. Héctor estaba como Atila en todas partes.
Le habíamos dejado, observando el escenario que se dibuja nítidamente a lo lejos tras los sucesos acaecidos en el campamento griego.
Ha decidido que el tiempo continúe corriendo a su favor, lo cual es una estrategia rigurosamente lógica en las exactas condiciones operativas del momento, y ésta es, sin duda alguna, una de las razones por las cuales Homero fue considerado un maestro en el arte de la guerra. Allí, donde Héctor toma la más perfecta opción; incurre en el más grave error, y lo va a pagar caro. Tiempo es precisamente lo que Agamenón necesita.
Suele decirse en los círculos ajedrecísticos que “la partida más difícil de ganar, es una partida ganada” para significar el pulso, la firmeza, la agudeza y la calma que se han de tener para administrar una posición ventajosa: cualquier mínimo error puede, en tal circunstancia, modificar los eventos de impredecible manera y por ello se espera de un buen jugador que posea los nervios de acero. Nada se encuentra seguro hasta tanto no se produzca el jaque mate.
Héctor decide esperar, pero no puede cruzarse de brazos, debe diseñar un conjunto de maniobras tácticas, y la primera le es propuesta por Alejandro: enfrentar a Menelao en combate singular para decidir quién entre los dos ha de quedarse con Helena. Los aqueos aceptan la proposición.
De este modo, Agamenón acude con su ejército y lo propio hacen los troyanos. El atrida, poniendo como condición la presencia del anciano Príamo, rey de los teucros, exige que se voten juramentos sagrados a los dioses que legitimen los pactos, y las condiciones son taxativas para ambos bandos: quien triunfe tomará a Helena, los aqueos volverán a su patria y se pactará la paz. Pero, si se comete perjurio, es decir, si tomando el nombre de los dioses por vanos se traicionara el acuerdo; quien lo haga, será objeto de las iras divinas.
Proceden pues a realizar los ritos apropiados (59), haciendo libaciones y preces, sacrificando bueyes e invocando la presencia de las deidades.
En esto Príamo solicita alejarse hacia las murallas de su ciudad, para contemplar desde las murallas la lucha, temeroso por la suerte que podría correr su amado hijo.
Homero nos dibuja con ello un escenario teatral en el que vemos aparecer sobre el campo a los más aguerridos griegos, cuyas historias le son contadas al anciano por Helena y, dicho esto, comienza la pelea.
La punta de la lanza de Alejandro se dobla sobre el escudo del atrida en el primer bote. En su oportunidad el argivo alancea atravesando el escudo de Alejandro quien debe doblarse para evitar la trayectoria homicida de la mortífera punta. Pelean cuerpo a cuerpo y Menelao ase por el casco al priámida asfixiándole por la cuerda que le sujeta del cuello.
Y ya se disponía Menelao a dar la estocada final, cuando la cuerda se rompe y Afrodita, nos cuenta Homero, arrebata a Paris de en medio de la Lucha.
La guerra hubiera terminado allí, de haber aceptado los teucros que la victoria quedaba del lado de Menelao, pero, mientras tal cosa discutían, un arquero llamado Pándaro, excitado por una deidad, llevó a cabo una acción atlética perfecta, pero nefanda por sus consecuencias: hizo un disparo de arco.
Los escudos homéricos no son esa especie de rodela que hemos visto en las películas y que fueron usados por los espartanos y los atenienses en la era clásica. El escudo homérico cubría la estatura de un hombre. Esto quiere decir que, para disparar el arco sin ser visto por los contrarios, un hoplita debía cubrir al arquero. Precisamente, la eficacia del tiro, en la circunstancia que Pándaro se dispone a efectuarlo contra los aqueos, cuyas miradas examinan milimétricamente el terreno y el movimiento de sus contrarios; depende exclusivamente de ese ocultamiento.
De modo que pidió a un hoplita que le cubriese, miró por la cima del escudo el cuerpo de Menelao que se revolvía furioso, se acuclilló sobre el almo suelo, haló la bovina cuerda y, con una precisión de exactitud suprema, disparó la amarga saeta, portadora de homicidas dolores, sin ver a su objetivo y dio contra el ijar de aquel. En esto, aunque se interpuso la hebilla del cinturón que le ajustaba la coraza, sin embargo la punta penetró, cortando el vientre de Menelao.
A partir de este momento comienzan a suceder eventos adversos para los troyanos: es evidente que han violado los juramentos (60) y, aunque es posible justificarse en la insensatez individual e irresponsable de un guerrero, los aqueos, aleccionados por la anterior violación de la hospitalidad no están dispuestos a creerlo (61).
Ahora, irán hasta el final; ni siquiera la devolución de Helena será suficiente para aplacarlos. Este acto insolente contra los dioses es inaceptable (62). Así, observamos que la primera maniobra táctica de Héctor, torna a disolver el vínculo moral de sus tropas (63). La partida va quedando en tablas.
Técnicamente, como ya apuntamos, el bando teucro posee aún la iniciativa y Héctor decide agotarla, es así que propone un combate singular del mejor de los argivos con él, tanto para levantar la moral de sus soldados, como para seguir dando tiempo. El resultado es que, aunque agónicamente, Ayax, quien se le enfrenta, logra salvar su vida por la llegada de la noche, su regreso es interpretado por los argivos como una nueva victoria. La estrella opacada de Micenas comienza a levantarse con un leve destello en el horizonte.
Agamenón consigue sujetar firmemente al destino y no lo soltará. Es un práctico de la guerra, y podemos advertir, en medio de estos aplazamientos que Troya se impone, aún teniendo un triunfo en las manos que, cual engañoso acertijo, no logra descifrar; que el atrida medita descargar un golpe brutal en medio de la bruma que la enceguece.
Homero nos contará acto seguido, cómo las divinidades elevan a la suprema heroización a un pastor llamado Diomedes Tidida, cuyo valor infunde confianza y arrojo en los griegos, al punto que hiere a dos dioses y, simultáneamente nos describe, con lujo de detalles, las luchas que empeñan ambos bandos.
El resultado de los enfrentamientos es en general incierto, pero por esta visión de conjunto advertimos que, al final, una ligera ventaja sopla hacia el bando troyano. El hecho de que los aqueos se aproximen a las puertas Esceas y a las murallas de Ilión nada significa si se toma en cuenta que desconocían por completo portentos ingenieriles como las torres rodantes con que los romanos tomaron Masada, o los túneles que hicieron para penetrar la amurallada ciudad etrusca de Veyes. Los teucros permanecen, aún, invulnerables.
Pero algo anda mal (164), y Héctor lo sabe (65). Es preciso clamar a los dioses. Por esto deja momentáneamente la guerra en manos de sus auxiliares y va a pedir a las mujeres de Ilión que enciendan los altares consagrados a las deidades ofendidas, ofrenden sacrificios y eleven preces sinceras por su salvación en la hora aciaga de Troya (66).
Bajará de la sagrada Ilión, esta vez iniciando un periplo de humanidad que será truncada en su epifanía máxima. Aún lleva consigo al terrible Héctor, y, llegado el momento, la funesta Hybrys se cebará en él, no con menor furia de la que sus manos ensañarán contra el cuerpo herido y los despojos mortales de un agónico suplicante caído ante su arrojo, de Patroclo.
No tiene alternativa, esta vez descargará el golpe que había previsto. Mas ahora lo hará en desventaja. Agamenón también lo sabe.
Entretanto, el rey de Micenas persiste casi puerilmente en sus juegos de guerra. En el horizonte de su espíritu petrificado sólo existe un complejo obsesivo de elementos conjugados y persistentes: la reparación, la venganza, el honor, y un gusto mórbido, patológico por el poder. Y la vida pareciera empeñarse en darle motivos para ello. Cada error del adversario atiza su odio, uno de ellos, el más reciente: la violación de los juramentos.
Rígido como un prusiano, hierático como un egipcio, metódico como un germano cristalizado en un objetivo: la venganza, a cuyo fin sacrificó su hija cual cordero degollado.
Ni aún Zeus, quien amó tanto a los Teucros (67), vería en una violación a los juramentos, tal como sucedieron, más que como una comedia necesaria para que la vida continuase libre, bella. Él, supremo entre los dioses, no puede desviar los acontecimientos que sobrevendrán, porque la Moira, el destino, el lote, la parte que le corresponde como garante de la estructura universal se lo impedirá, y se encuentra obligado a respetar el orden cósmico instituido sobre su autoridad, sin embargo advertiremos en el supremo dios una especie de piedad ante las torpezas humanas. Zeus ama a sus dos pueblos y se preocupa por ellos.
Pero Agamenón no puede amar y, aún en sus nexos familiares no descubrimos siquiera un ápice de afecto, de ternura. Todo en él es obligación. Se ha convertido en un arma mortífera, eficaz, inhumana.
Es, sin embargo, un apropiado comandante de sus tropas para el objetivo que lo ha llevado a Troya: vengar sin piedad. Y en una decisión que lo enaltece ante los guerreros como sabio “rey de reyes” y, al contrario de la difundida opinión que lo muestra como un soldado indigno, ordena utilizar las maderas de los barcos en peores condiciones para construir, al amparo de la noche y a toda prisa, una muralla que permita resistir el inminente ataque (68). El mensaje será claro para aqueos y troyanos: nadie, absolutamente ningún griego abandonará Troya.
El atrida decide acometer un riesgo supremo. Si los enemigos advierten la distracción de sus tropas en aquel plan, las destruirán de inmediato. Tácticamente, la maniobra es llevada a cabo, utilizando como estratagema un acuerdo de cese a las hostilidades para que ambos bandos entierren los cadáveres caídos en batalla, y es así que al despertar los troyanos, habrán de encontrarse con una poderosa fortificación construida ante sus propias narices.(69)
La estructura de la posición estratégica argiva es una de las cosas más notables que encontraremos descritas en Homero. Ya apuntamos el espacio constreñido en que tuvieron que desenvolverse pues la playa se encontraba cortada por dos promontorios de colinas en los extremos (70), razón por la que idearon una gradación de cuatro niveles: el primero estaba constituido por las naves ancladas en el mar, el segundo lo formaba una fila de barcos encallados en la arena próximos a la orilla, el asentamiento de las tiendas el tercero, y en el cuarto se encontraba otra fila de barcos protegidos por parapetos a modo de atalayas y reparos defensivos ante sus popas que constituían la avanzada frontal del ejército (71).
Ahora encontramos añadidos dos niveles más, la muralla y el foso, de modo que si lo mirásemos desde el aire, nos semejaría una gigantesca cremallera. Agregaremos que el campamento de Aquiles, a quien no pensaron molestar los troyanos, se encontraba situado a la izquierda, y los cretenses, no menos temibles, a la derecha flanqueando las alas laterales.
Así como un pueblo prudente, cuya ciudad se encuentra en las riberas de un caudaloso río, teme sus crecientes, y, cuando ve aproximarse el invierno divide su curso colocando en su trayecto represas que mitiguen sus feroces torrenteras; del mismo modo el foso minado con puntiagudas estacas clavadas en su convexa profundidad (72), la empalizada muralla y los parapetos frontales de las naves encalladas en las arenas, constituían un sistema argivo de obstáculos escalonados dirigido a desgastar la furiosa energía acumulada que les golpearía con toda su fuerza. Por lo pronto, notaremos que el foso inutilizó completamente a la caballería troyana, su arma más poderosa, y dificultó el uso de los escudos. En otras palabras, la posición forzó el combate cuerpo a cuerpo.
Ya dijimos por otra parte que Lemnos enviaba suministros a los griegos, pues bien, en otra muestra de la habilidad que Agamenón tuvo para el acuerdo político, Homero nos cuenta que el rey de Lemnos lo hacía en calidad de amigo del rey micénico, de modo que con esto podía suplir relativamente las urgencias que pudieran presentarse como efecto del abandono por parte de Aquiles, y fue con esos bastimentos providentes que los constructores pudieron paliar sus necesidades en aquella hora crítica (73).
Llega la profunda noche al campamento. Entretanto, un sonido, un eco inquietante, aterrador, tictaquea en el temeroso aire pronunciando el nombre de Héctor (74). En efecto, acostumbrados a la familiaridad del apelativo, no advertimos su temible sonoridad . En Griego Héctor “el defensor” se pronuncia guturalmente: “éKtr”, “éKtr” cual graznido de ave devoradora nocturna, furtiva, hambrienta en torno a la presa agonizante. Se trata de una interjección bestial previa a la carnicería de un depredador oculto tras el rumor cercano al rompiente de las olas (75).
Sin su incomparable comandante, llegó la hora de gloria para los héroes griegos antes ensombrecidos por el fulgor del Aquileo.
Arrebujados tras la extensa muralla de madera, agotados por el esfuerzo desplegado para construirla dotándola con profundo foso al frente, los aqueos, temerosos, (76) aguardan la llegada del día.
Autor: José Antonio Gutiérrez
REFERENCIAS
(1) “…Existía entre los griegos una gran diversidad política porque se hallaban divididos en una multitud de pequeños estados independientes. No es de extrañar pues que en un principio no tuvieran conciencia de su origen común a tal punto que ni siquiera todas las tribus se daban un mismo nombre genérico. Solo con el correr del tiempo los griegos se sintieron hermanados por la semejanza de su civilización y de sus costumbres. Sus leyendas afirmaron entonces que todos ellos descendían de un mismo antepasado llamado Helen, del que derivaron el nombre común de helenos, pues ellos nunca se llamaron griegos. Los romanos más tarde al entrar en relación con Grecia, emplearon ese nombre –que era el de una pequeña tribu helénica del Épiro, región situada frente a las costas de Italia- para designar con él a todos los pueblos de la Hélade. Es, pues, lo mismo hablar de civilización griega que de civilización helénica, y llamar al país que habitaron los griegos Grecia o Hélade…” SECCO, ELLAURI O / BARIDÓN, PEDRO. Historia universal Grecia. Ed. Kapesluz. Buenos Aires, 1939 p37-38.
(2) Durante el combate singular sostenido con Paris. Menelao dirá: “…!Soberano Zeus! Permíteme castigar al divino Alejandro que me ofendió primero, y hazle sucumbir a mis manos, para que los hombres venideros teman ultrajar a quien los hospedare y les ofreciere su amistad…” Ilíada III, 151.
(3) También leeremos en el poema, sobre pueblos que acudieron para devolver favores recibidos por parte de Micenas en guerras acontecidas unas generaciones atrás. Tal es el caso de los argivos acaudillados por Diomedes Tidida, cuyo padre Tideo combatiera en otra época aliado con un hombre llamado Polinices quien combatiera contra su hermano Eteocles a la sazón rey de la ciudad beocia de Tebas, dando origen a una poesía épica, que posteriormente recogida por los poetas unos seis siglos después de la guerra de Troya, constituiría una base narrativa importante para una de las expresiones artísticas sublimes del pueblo griego: la tragedia. Cfr. Iliada IV, 370, 404. VI, 215
(4) “…Lo cierto es que era un gran emporio comercial del oro, la plata y la madera. Llegaba incluso el jade de China…” Montanelli, Indro. Historia de los griegos. Ed. House Mondadori. Barcelona (España) 2004 p 29
(5) Siguiendo la rapsodia II de la Ilíada obtenemos que el número de naves aportadas por las 154 ciudades aliadas, fue de 1146. En cuanto al número de hombres por barco nos dice “…todos llegaron con cincuenta naves. En cada una se habían embarcado 120 remeros…” ( II, 494). Nos aporta otra cifra de cincuenta remeros en (II, 716) y enumera igualmente 50 para los mirmidones aquileos (Il XVI, 168) Esto da un promedio de 85 marineros por barco, (sin contar la tripulación: piloto, oficial de proa, vigía, contramaestre, etc) lo que, multiplicado por el número total de naves suma una cifra aproximada de 97.410 hombres. Algunos autores suponen que cuando el poema de Homero fue puesto por escrito por Pisistrato en el S VII a. C. las ciudades griegas en aquella época, por la pura vanidad de merecer tal gloria, pidieron ser incluidas en el catálogo, lo cual abultó las cifras finales. Otros estudiosos, un poco más sensatos, estiman su número en una cifra que rodea los 15.000 hombres.
(6) Homero nos menciona a uno de ellos, apostado en un promontorio fuera de la ciudad: “…Pólites, hijo de Príamo; el cual, confiando en la agilidad de sus pies, se sentaba como atalaya de los teucros en el túmulo del anciano Esietaes y observaba cuando los aqueos partían de las naves para combatir…” Ilíada II, 786.
(7) Dice Agamenón “…pero han venido en su ayuda hombres de muchas ciudades, que saben blandir la lanza, me apartan de mi intento y no me permiten, como quisiera, tomar la populosa ciudad de Ilión…” Iliada. II, 110.
(8) “…conquisté doce ciudades por mar y once por tierra en la fértil región troyana; de todas saqué abundantes y preciosos despojos…” Iliada IX, 308
(9) “…En los tiempos antiguos, como en la Ilíada, sólo se hacían prisioneros para inmolarlos después, ya que los dioses tenían derecho a ese sacrificio humano que se les había prometido, excepto cuando se esperaba obtener del cautivo un rescate que valiera la pena. En la época clásica era frecuente matar sin piedad a los enemigos vencidos en el mismo campo de batalla e incluso, hecho que todavía puede parecer más cruel, después de la batalla cuando se habían rendido…” FLACELIERE, ROBERT. La Vida Cotidiana en Grecia en el Siglo de Pericles. Ed. Temas de Hoy. Madrid, 1989 p 315.
(10) Este era el contenido de la súplica que usualmente expresaba un combatiente capturado en batalla. Apresado durante una acción de espionaje Dolón dice a Odiseo y a Diomedes: “…hacedme prisionero y yo me redimiré. Hay en casa bronce, oro y hierro labrado: con ellos os pagaría mi padre inmenso rescate, si supiera que estoy vivo en las naves aqueas…” Iliada X, 378.
(11) Tras el combate de Agamenón con Iso y Antifo, Homero nos relata: “…En otro tiempo Aquiles, habiéndolos sorprendido en un bosque del Ida, mientras apacentaban ovejas, atólos con tiernos mimbres, y luego; pagado el rescate, los puso en libertad…” Ilíada XI, 84
(12) Aquiles a Tetis: “…fuimos a la sagrada ciudad de Eetión, la saqueamos y el botín que trajimos se lo distribuyeron equitativamente los Aqueos, separando para el Atrida a Criseida, la de hermosas mejillas…” Ilíada I,365
(13) Por cuanto sabemos, la mujer consagrada al Dios Apolo solamente debía ser poseída por este. Cualquier transgresión a esta norma acarreaba consecuencias funestas. A este respecto es recomendable la novela de Pär Lägerkvist titulada “La Pitía” como un vívido recuento de esto y, en general, del culto délfico a Apolo.
(14) Suele decirse que ‘el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra’ y los griegos no fueron la excepción a esta regla. Cuando leamos “la Odisea” la segunda obra épica de Homero, veremos que Agamenón desafiará nuevamente a Apolo tomando para sí a Casandra, también sacerdotisa del mismo Dios, y precipitando con ello su final.
(15) “…La elocuencia era indispensable al héroe homérico, y Aquiles fue educado para ser experto en palabras…” BOWRA, CECIL MAURICE. Historia de la Literatura Griega Editorial Fondo de Cultura Económica. Mexico 1953. P 156.
(16) “…La menis (cólera) debe salir del pelida, porque ella es un monstruo, un contrasentido en su naturaleza, en la naturaleza. Ni con la matanza, ni con la crueldad, ni con mutilaciones, ni con torturas de sí propio se logra el retorno al orden establecido. La cólera sólo se supera con la comprensión…” THIELE, GUILLERMO. Homero y su Ilíada. Ed. Monte Ávila. Caracas, 1969. p 59.
(17) “…ebrioso, que tienes ojos de perro y corazón de ciervo…” Iliada 225.
(18) “…que perturba la mente de los más cuerdos…” Ilíada IX, 434
(19) Al comentar las diversas teorías en torno a la imagen repujada sobre metal del ‘Rython de plata de Vafeio’ o ‘vaso del asedio’ encontrado en las antiquísimas tumbas de fosa vertical de Micenas E. Vermeule nos dice: “…No es un vaso del tipo que un platero repetiría una docena de veces para clientes casuales. Quien quiera que haya ordenado su elaboración y que deseó que fuera enterrado con él, debió haber estado personalmente con escenas como la representada. Aún sin esta abundancia de imágenes, las espadas de las tumbas de fosa vertical son una prueba de que la temprana riqueza de Micenas provino más de la violencia que de utilidades derivadas del comercio…” VERMEULE, EMILY. Grecia en la edad del bronce. Ed F.C.E. México D.F., 1984 p 132-133.
(20) “…Conservar lo que se tiene es deber caballeresco: quien dejara que le discutieran o arrebataran lo suyo perdería la honra. Además, el héroe tiene que acrecentar su propiedad mediante conquistas materiales…” THIELE, GUILLERMO. Op cit. p 79.
(21) Observaremos que no existe aquí nada parecido con el amor romántico. Aquiles se encoleriza por su honor; no por su amor. “…El motivo del amor pasional es, pues, completamente ajeno a la concepción homérica…” THIELE, GUILLERMO. Idem p 82.
(22) “…era el jefe de guerra, el juez supremo y el sacerdote principal…” SECCO , ELLAURI O / BARIDÓN, PEDRO D.Op cit. p 42.
(23) Homero aboga por la unificación del poder en un solo hombre. Por boca de odiseo nos dice: “…Aquí no todos podemos ser reyes; no es un bien la soberanía de muchos; uno solo sea príncipe, uno solo rey: aquel a quien el hijo del artero Cronos ha dado el cetro para que gobierne sobre nosotros…” Ilíada II, 200.
(24) “…El rey no puede mantener su autoridad sobre el ejército desmoralizado…” THIELE, GUILLERMO. Op cit. p 76.
(25) Agamenón expresa esta perspectiva ante el cuerpo de su hermano herido: “…Pero será grande mi pesar Oh Menelao, si mueres y llegas al término fatal de tu vida y he de volver con gran oprobio a la árida Argos; porque los aqueos se acordarán enseguida de su tierra patria, y dejaremos como trofeo en poder de Príamo y los troyanos a la argiva Helena y tus huesos se pudrirán en Troya a causa de una empresa no llevada a cumplimiento. Y alguno de los troyanos soberbios exclamará saltando sobre la tumba del glorioso Menelao: “así ejecute Agamenón todas sus venganzas como esta. Pues trajo inútilmente un ejército aqueo y regresó a su patria con las manos vacías, dejando aquí al valiente Menelao” y cuando esto diga, ábraseme la anchurosa tierra…” Ilíada. IV 155
(26) Agamenón: “…Nueve años del gran Zeus transcurrieron ya; los maderos de las naves se han podrido y las cuerdas están deshechas…” Ilíada II, 110
(27) “…Los griegos consideraban que Homero era el educador ideal, y el gramático no veía en él lecciones de estética, sino de moral y de religión y, de una forma más general todavía, lecciones vitales, ya que homero enseñaba todo lo que debía saber un hombre digno de tal nombre; las actividades de los tiempos de paz y de los tiempos de guerra, los oficios, la política y la diplomacia…” FLACELIERE, ROBERT. Op cit. p 125.
(28) “…Lo que en el S. I de nuestra era escribió el retórico Heráclito, posiblemente es válido también para el siglo de Pericles: desde su más tierna infancia, al espíritu ingenuo del niño que comienza a estudiar se le da a Homero como nodriza: es un milagro que en pañales, no se nos haga chupar la leche de sus versos. Crecemos y sigue siempre a nuestro lado…” FLACELIERE, ROBERT. Idem p 125.
(29) “…La epopeya de Homero fue para los helenos escritura sagrada, fuente de inspiración, espejo de virtudes, texto escolar en la enseñanza primaria y oratorio solemne cantado por los rapsodas en toda fiesta pública…” THIELE, GUILLERMO. Op. Cit. p 18
(30) RODRIGUEZ ADRADOS, FRANCISCO / GALIANO, F / LASSO DE LA VEGA/ GIL, L.. Op. Cit. P. 95
(31) “…Las palabras de Esquilo, de que la tragedia está compuesta de migajas de la opípara mesa de Homero, son ciertas…” NILSSON, MARTIN PERSSON. Op cit. p 222
(32) “…en el fondo, si se hace abstracción de los carros que en Homero tan solo sirven para llevar a los jefes al campo de batalla y para que puedan alejarse con mayor rapidez, las batallas de infantería del siglo de Perícles no difieren sustancialmente de las descritas en la Ilíada, y se comprende que Homero estuviera considerado como un experto en el arte militar que seguía siendo actual…” FLACELIERE, ROBERT. Op cit. P 318.
(33) “…El sueño procede de Zeus…” Iliada. I, 59
(34) “…el gran diplomático Odiseo, habla con el cetro de Agamenón en las manos cuando el rey no puede mantener su autoridad sobre el ejército desmoralizado…” THIELE, GUILLERMO. Op cit. p 60.
(35) Diomedes, en el mismo clímax de su furor combativo escapa de Hector: “…Diomedes: ¡Oh amigos! ¿Cómo nos admiramos de que el divino Héctor sea hábil lancero y audaz luchador? A su lado hay siempre una deidad para librarle de la muerte, y ahora es Ares transfigurado en mortal, quien le acompaña. Emprended la retirada con la cara vuelta hacia los teucros, y no queráis combatir denodadamente con los dioses…” Ilíada V, 601.
(36) --Hector: “…¡Miserable Paris, el de más hermosa figura! ¡mujeriego seductor! Ojalá no te contaras en el número de los nacidos o hubieses muerto célibe. Yo así lo quisiera y te valdría más que ser la vergüenza y el oprobio de los tuyos. Los melenudos aqueos se ríen de haberte considerado un bravo campeón por tu gallarda figura, cuando no hay en tu pecho ni fuerza ni valor. Y siendo cual eres ¿reuniste a tus amigos, surcaste los mares en ligeros buques, visitaste a extranjeros y trajiste de remota tierra una mujer linda, esposa y cuñada de hombres belicosos, que es una gran plaga para tu padre, la ciudad y el pueblo todo, y causa de gozo para los enemigos y de confusión para ti mísmo? Iliada III, 39.
(37) Era tal el desconcierto, la confusión y la derrota que cundía cuando Héctor arremete contra los aqueos defensores del foso, que estos sólo atinaban suplicar a las deidades la hora de su salvación: “…cuando atravesaron la empalizada y el foso, muchos sucumbieron a manos de los teucros, los demás no pararon hasta las naves y allí se animaban los unos a los otros, y con los brazos levantados oraban en voz alta a todas las deidades…” Ilíada VIII, 335
“…Agamenón: ¡Qué vergüenza, argivos, hombres sin dignidad, admirables sólo por la figura! ¿Qué es de la jactancia con que nos gloriábamos de ser valentísimos, y con que decíais presuntuosamente en Lemnos, comiendo abundante carne de bueyes de erguida cornamenta y bebiendo cráteras coronadas de vino, que cada uno haría frente en la batalla a ciento y a doscientos troyanos? Ahora ni con uno podemos, con Héctor, que pronto pegará ardiente fuego a las naves. ¡Padre Zeus! ¿hiciste sufrir tamaña desgracia y privaste de una gloria tan grande a algún otro de los prepotentes reyes? Cuando vine, no pasé de largo en la nave de muchos bancos por ninguno de tus bellos altares, sino que en todos quemé grasa y muslos de buey, deseoso de asolar la bien murada Troya. Por tanto ¡oh Zeus!, cúmpleme este voto; déjanos escapar y librarnos de este peligro, y no permitas que los teucros maten a los aqueos…” Ilíada VIII, 228.
(38) Aquiles dirá de él: “…Hijo del aguerrido Príamo, Héctor divino…” Ilíada IX, 644.
(39) Agamenón comprende que la muralla es inútil ante el arrojo del priámida: “…ni aún con esto puede contener el arrojo de Hector, matador de hombres…” Ilíada IX, 308.
(40) Si un rayo cae entre dos hombres que luchan estos pueden razonablemente pensar que un dios se opone al término homicida del combate. Pero si uno entrambos retrocede y el otro acomete, veremos que sólo uno teme y supondremos que no es el rayo sino el pavor pánico que se apodera de Diomedes Tideo en combate singular contra Héctor, lo que le hace retirarse. Ilíada VIII, 112, 130, 139, 145, 146, 151, 152, 157.
(41) “…Héctor revolvía por todas partes los corceles de hermosas crines; y sus ojos parecían los de Gorgo o los de ares, peste de los hombres…” Ilíada VIII, 335
(42) “…La Gorgona, monstruo cruel y horripilante, portento de Zeus que lleva la égida…” Ilíada V, 733
(43) Gorgo: “…Es una potencia que el hombre no puede abordar sin sucumbir a su mirada…relumbra en los ojos del guerrero furioso, provoca el espanto: pánico inmotivado, pavor en estado puro, terror como dimensión de lo sobrenatural. El ojo gorgoniano del combatiente irresistible, con la faz gesticulante como el rostro repelente en la égida de Atenea, es la muerte ineluctable cuya espera congela el corazón, paraliza y petrifica. Por esto el gorgoneión es el emblema más usual de los escudos heróicos en las imágenes de los vasos…su eficacia visual se amplifica con una dimensión sonora…penetrar allí, bajo su mirada significa transformarse a imagen de Gorgo en lo que son los muertos, , cabezas vacías y sin fuerzas, cabezas cubiertas de noche…mezcla de una fusión de géneros: el menton es velludo y barbudo, algunas de las veces en que se la representa de cuerpo entero, aparece dotada de un sexo masculino, mientras que en otros sitios esta criatura hembra, que se une a Poseidón, es representada dando a luz, aunque por regla general alumbra a sus dos hijos por su cuello truncado…Sólo ella ha muerto, pero su cabeza truncada sigue viviendo y provocando la muerte…” VERNANT, JEAN PIERRE / NAQUET, PIERRE VIDAL. Op. Cit. p 297.
(44) Agamenón, viendo su causa perdida, dirá de Hector: “…jamás he visto ni oído decir que un hombre ejecutara en un solo día tantas proezas como ha hecho Héctor, caro a Zeus, contra los aqueos, sin ser hijo de un dios ni de una diosa…” Iliada X, 43
(45) En este punto conviene recordar que el filósofo Aristóteles admiró a Homero por su técnica narrativa: “…Homero es digno de alabanza por muchas otras cosas, pero particularmente por ser el único de los poetas que no ignora lo que a él mismo le toca hacer. Es necesario, en efecto, que el poeta hable muy poco por su cuenta, ya que en cuanto lo hace no es imitador. Ahora bien, los otros intervienen todo el tiempo e imitan pocas veces. Él, por el contrario, tras un rápido prefacio, introduce un varón una mujer o algún otro tipo, nunca carentes de carácter, sino dotado de uno propio…” ARISTOTELES. Poética. Ed. Monte Ávila. Caracas, 1998. 113 p. Diremos, aunque no es objeto de esta lectura abundar en problemas propios de la teoría literaria, que en Homero se encuentra el fundamento para la distinción entre poesía épica y trágica, en las que el poeta no cuenta de sí mismo, y la poesía lírica en que esto se permite. Platón en el líbro República, nos va a decir, fundándose en Homero, que la poesía épica, trágica, lírica son “relación” lo cual funda un tipo de discurso muy particular, el del relato (del lat. relatus: relación) que funda la ciencia del hecho literario. En atención a la narración que nos hace Homero de las súplicas de Crises Platón nos dirá: “…No es Homero el que habla, sino el anciano sacerdote de Apolo. La mayor parte de las relaciones de la Ilíada y la Odisea son de este tipo…¿No es siempre una relación ya hable el poeta por sí o ya lo haga por boca de otros…” PLATON. La república. L. III, 81-121 p. siguiendo el curso que nos hemos propuesto aquí diremos que el volumen textual de la imitación es mayor para los aqueos que para los troyanos, aunque también diremos, sin caer en una contradicción lógica, que el lirismo, o imitación de los sentimientos, dichos por Andrómaca durante el coloquio es insuperable.
(46) “…¿no nos cuidaremos de socorrer, aunque tarde, a los dánaos moribundos? Perecerán, cumpliéndose su aciago destino, por el arrojo de un solo hombre, de Héctor priámida, que se enfurece de intolerable modo y ya ha causado gran estrago…” Ilíada VIII, 352
(47) “…hoy Zeus cronida, otorga a ese (a Héctor) la victoria…” Ilíada VIII, 139.
(48) “….Dijo entonces Menelao, valiente en el combate: … Quédate allí, no sea que luego no podamos encontrarnos, porque son muchas las sendas que hay por entre el ejército. Levanta la voz por donde pasares y recomienda la vigilancia, llamando a cada uno por su nombre paterno y ensalzándolos a todos. No te muestres soberbio…” Ilíada X, 60-61.
(49) Durante la embajada a Aquiles, Odiseo no dice a aquel que ahora podrá vencer a los troyanos, sino a Héctor “…ahora podrías matar a Héctor, que llevado de funesta rabia se acercará mucho a ti, pues dice que ninguno de los dánaos que trajeron las naves le iguala en valor…” Iliada IX, 225.
En el sentido arriba apuntado, se verá cuan extraordinario, humano, y reparador de su honor es el gesto de Aquiles en permitir la partida de Príamo con el cadáver de su hijo: con el anciano partía la codiciada victoria, lo que debió despertar la ira de otro, de Agamenón atrida. Lo que es igual no es trampa.
(50) “…una orden es como una flecha. Se la dispara y da en el blanco. El mandatario apunta antes de dispararla. Alcanzará a alguien muy determinado con su orden, la flecha siempre tiene una dirección elegida. Queda clavada en aquel a quien alcanza; este debe extraerla y pasarla para liberarse de su amenaza…” CANETTI, ELÍAS. Op. Cit. p 304.
(51) …A la orden pertenece el hecho de que no admite réplica. No debe ser discutida, explicada o puesta en duda. Es clara y concisa pues debe ser entendida de inmediato…porque la acción que la orden provoca está fijada a su instante…” Canetti, Elías. Masa y poder. Ed. Muchnik. Barcelona (España) 1977. p. 300.
(52) La velocidad de los caballos, en la imaginación de Homero, es proverbial: “…Cuanto espacio alcanza a ver el que, sentado en alta cumbre, fija sus ojos en el vinoso Ponto, otro tanto salvan de un brinco los caballos de sonoros relinchos, de los dioses…” Ilíada V, 7
(53) “…No se sabe con exactitud quienes eran los troyanos. Les llamaban también dárdanos. Pero la hipótesis más atendible es que se trataba de cretenses emigrados a aquel territorio de Asia menor, en parte para fundar una colonia, en parte tal vez para sustraerse a las catástrofes que fueran las que fueran, habían azotado a la isla y destruido la civilización minoica. Según Homero hablaban la misma lengua de los griegos y, como estos, veneraban el monte Ida “de las muchas fuentes”. Es probable que cretense sólo lo fuera la población ciudadana, mientras el campo era asiático…” MONTANELLI, INDRO. Op cit. p 29.
(54) Hubo cretenses entre las tropas griegas. Asi, durante la revista de Agamenón a las tropas, leemos: “…De tal suerte revistaba, como generalísimo, las filas de guerreros. Andando por entre la muchedumbre, llegó al sitio donde los cretenses vestían las armas con el aguerrido Idomeneo…” Ilíada VI, 250.
(55) Aunque el asedio de Troya pone límites a la posesión de caballería. Dice Pándaro a Eneas: “…Licaón, el guerrero anciano, entre los muchos consejos que me dio cuando partí de su magnífico palacio, me recomendó que en el duro combate mandara a los teucros subido en un carro; mas yo no me dejé convencer –mucho mejor hubiera sido seguir su consejo- y rehusé llevarme los corceles por el temor de que, acostumbrados a comer bien, se encontraran sin pastos en una ciudad sitiada…” Ilíada V, 180
(56) Tendremos así una razón para comprender el que sean los aqueos quienes toman caballos a los troyanos: simplemente porque no los poseen. Cfr. Ilíada V, 252
(57) Los teucros, en conjunto, son llamados por Homero “domadores de caballos; entre los aqueos, solo Diomedes recibe este adjetivo Cfr. Ilíada V, 787.
(58) Homero nos describirá una carga de caballería troyana. En un lance promovido por la reprensión de Sarpedón a Héctor, los troyanos vuelven el rostro para responder a una acometida de los aqueos y los cascos de sus monturas levantan una nube de polvo que los cubre completamente: “…Como en el abeto, cuando la rubia Demeter separa el grano de la paja al soplo del viento, el aire lleva el tamo por las sagradas eras y los montones de paja blanquean; del mismo modo los aqueos se mostraban blanquecinos por el polvo que levantaban hasta el cielo de bronce los pies de los corceles de cuantos volvían a encontrarse en la refriega…” Ilíada. V, 493.
(59) “…El atrida, con la daga que llevaba junto a la gran vaina de la espada, cortó el pelo de la cabeza de los corderos, y los heraldos lo repartieron a los próceres teucros y aqueos. Y colocándose el atrida en medio de todos, oró en alta voz con las manos levantadas: Agamenón- ¿Padre Zeus que reinas desde el Ida, gloriosísimo máximo! ¡Sol, que todo lo ves y todo lo oyes! ¡Ríos! ¡Tierra! ¡Y vosotros que en lo profundo castigáis a los muertos que fueron perjuros! Sed todos testigos y guardad los fieles juramentos: si Alejandro mata a Menelao, sea suya Helena con todas las riquezas y nosotros volvámonos en las naves, surcadoras del ponto ; mas si el rubio Menelao mata a Alejandro, devuélvannos los troyanos a Helena y las riquezas todas, y paguen a los argivos la indemnización que sea justa para que llegue a conocimiento de los hombres venideros. Y si vencido Alejandro, Príamo y sus hijos se negaren a pagar la indemnización, me quedaré a combatir por ella hasta que termine la guerra…” Ilíada III, 276.
(60) “…Agamenón: …Si el olímpico no los castiga ahora lo hará más tarde, y pagarán cuanto hicieron con una gran pena: con sus propias cabezas, sus mujeres y sus hijos. Bien lo conoce mi inteligencia y lo presiente mi corazón: día vendrá en que perezcan la sagrada Ilión, Príamo y su pueblo armado con lanzas de fresno; el excelso Zeus cronida, que vive en el eter, irritado por este engaño, agitará contra ellos su égida espantosa…” Ilíada IV 155.
(61) “…Agamenón: ¡Argivos! No desmaye vuestro impetuoso valor. El padre Zeus no protegerá a los pérfidos: como han sido los primeros en faltar a lo jurado, sus tiernas carnes serán pasto de buitres…” Ilíada IV, 234.
(62) La violación de los juramentos hace que los aqueos recuperen el valor y les hace salir de su abatimiento anterior: Idomeneo: “…Ya que estos han roto los pactos. La muerte y toda clase de calamidades les aguardan por faltar a lo jurado…” Ilíada. IV. 266.
(63) “…en el llamado “sacrificio del juramento”…La forma corriente establecía que el juramentado tocara la víctima del sacrificio e invocara una maldición para sí mísmo en el caso de romper el juramento. Un pasaje de la Ilíada (III 299) aclara aún más el problema. Se sacrifica un animal y se derrama una libación de vino acompañada con las siguientes palabras. “cualquiera sea el primero que rompa este pacto, que sus sesos queden esparcidos sobre la tierra, como hoy aquí este vino…” las palabras resultaban todavía más eficaces si se pronunciaban en el momento de matar la víctima. El perjuro invoca para sí el destino de la víctima del sacrificio…” NILSSON, MARTIN PERSON. Op. Cit. p 222.
(64) El desasosiego cunde inclusive en el ágora troyana “…Antenor- ¡Oídme, troyanos, dárdanos y aliados, y os manifestaré lo que en mi pecho el corazón me dicta! Ea, restituyamos a la argiva Helena con sus riquezas y que los Atridas se la lleven. Ahora combatimos después de quebrar la fe ofrecida en los juramentos, y no espero que alcancemos éxito alguno mientras no hagamos lo que propongo…” Ilíada VII, 348
(65) Después de la violación de los juramentos, un estado de sorda perplejidad le abate, un índice de melancolía se desprende de él. Así durante la exhortación que le hace Sarpedón leemos: ¡Hector! ¿Qué se hizo del valor que antes mostrabas? Dijiste que defenderías la ciudad sin tropas ni aliados, solo, con tus hermanos y tus deudos. De estos a ninguno veo ni descubrir puedo: temblando están como perros en torno de un león, mientras combatimos los que únicamente somos auxiliares. Yo, que figuro como tal, he venido de muy lejos, de Licia, situada a orillas del voraginoso Janto; allí dejé a mi esposa amada, al tierno infante y riquezas muchas que el menesteroso apetece. Mas, sin embargo de esto y de no tener aquí nada que los aqueos puedan llevarse o apresar, animo a los licios y deseo luchar con ese guerrero; y tú estas parado y ni siquiera exhortas a los demás hombres a que resistan al enemigo y defiendan a sus esposas. No sea que, como si hubieras caído en una red de lino que todo lo envuelve, lleguéis a ser presa y botín de los enemigos, y estos destruyan vuestra populosa ciudad. Preciso es que te ocupes en ello día y noche y supliques a los caudillos de los auxiliares venidos de lejas tierras, que resistan firmemente y no se hagan acreedores a graves censuras…” Ilíada V, 472.
(66) Esto escucharán los oídos de Andrómaca: “…Bien lo conoce mi inteligencia y lo presiente mi corazón: día vendrá en que perezca la sagrada Ilión, príamo y el pueblo de Príamo, armado con lanzas de fresno. Pero la futura desgracia de los troyanos, de la misma Hécabe, del rey Príamo y de muchos de mis valientes hermanos que caerán en el polvo a manos de los enemigos, no me importa tanto como la que padecerás tú cuando algunos de los aqueos, de broncíneas corazas, se te lleve llorosa, privándote de de libertad, y luego tejas tela en Argos, a las órdenes de otra mujer, o vayas por agua a la fuente Hiperea, muy contrariada porque la dura necesidad pesará sobre ti…” Ilíada VI, 411.
(67) Zeus: “…De las ciudades que los hombres terrestres habitan debajo del sol y del cielo estrellado, la sagrada Ilión era la preferida de mi corazón, con Príamo y su pueblo armado con lanzas de fresno. Mi altar jamás careció en ella del alimento debido, libaciones y vapores de grasa quemada; que tales son los honores que se nos deben…” Ilíada IV, 31
(68) Será Nestor neleo, rey de Pylos, el sabio consejero de los aqueos quien sugerirá este ardid: “…¡Atrida y demás príncipes de los aqueos todos! Ya que han muerto tantos melenudos aqueos cuya negra sangre esparció el cruel Ares por la ribera del Escamandro de límpida corriente y cuyas almas descendieron a la mansión de Hades, conviene que suspendas los combates y mañana, reunidos todos al comenzar el día traeremos los cadáveres en carros tirados por bueyes y mulas y los quemaremos cerca de los bajeles para llevar sus cenizas a los hijos de los difuntos cuando regresemos a la patria tierra. Erujamos luego con tierra de la llanura un túmulo común; edifiquemos en seguida a partir del mismo una muralla con altas torres que sean un reparo para las naves y para nosotros mismos; dejemos puertas que se cierren con bien ajustadas tablas para que pasen los carros, y cavemos delante del muro un profundo foso que detenga a los hombres y a los caballos si algún día no podemos resistir la acometida de los altivos teucros…” Ilíada V, 327
(69) Una estratagema similar va a ser utilizada cinco siglos después por Temístocles para llevar a cabo la construcción de las murallas de Atenas: “…Esparta obstaculizó todo lo que pudo la ejecución de estos planes, pero su empeño en mantener a Atenas en la situación de ciudad abierta sin fortificaciones, fracasó ante la habilidad diplomática de Temístocles, que prologó por un lado las conversaciones con Esparta, mientras que por otro apresuraba secretamente, la construcción de los largos muros, de modo que cuando Esparta se enteró del asunto ya era tarde para oponerse eficazmente…”SECCO, ELLAURI O/BARIDÓN, PEDRO. “Historia universal Grecia” Ed. Kapesluz. Buenos Aires, 1939. p 119.
(70) “…Encontráronse con Nestor los reyes, alumnos de Zeus, que antes fueron heridos con el bronce –el Tidida, Odiseo y el Atrida Agamenón- y entonces venían de su naves. Estas habían sido colocadas lejos del campo de batalla, en la orilla del espumoso mar: sacáronlas a la llanura las primeras, y labraron un muro delante de las popas. Porque la ribera, con ser vasta no hubiera podido contener todos los bajeles en una sola fila y además el ejército se hubiera sentido estrecho; y por esto los pusieron escalonados y llenaron con ellos el gran espacio de costa que limitaban altos promontorios…” Ilíada XIV 27
(71) Entre este nivel y las tiendas se registra la mayor incursión que, en profundidad, realizará Hector: “…Por fin llegaron a las naves. Defendíanse los argivos detrás de las que habían sacado primero a la playa, y los teucros fueron a perseguirlos. Aquellos, al verse obligados a retirarse de las primeras naves, se colocaron apiñados cerca de las tiendas…” Ilíada XV 653.
(72) Las estacas tuvieron por objeto anular la caballería troyana y obligar al enfrentamiento entre falanges “…Polidamante- ¡Héctor y demás caudillos de los troyanos y sus auxiliares! Dirigimos imprudentemente los veloces caballos al foso, y este es muy difícil de pasar, porque está erizado de agudas estacas…Ea, procedamos todos como voy a decir. Los escuderos tengan los caballos en la orilla del foso y nosotros sigamos a Héctor a pie, con armas y todos reunidos…”
(73) También Homero nos informa que eran abastecidos por providencias venidas de Tracia. Nestor dice a Agamenón: “…tus tiendas están llenas de vino que las naves aqueas traen continuamente de Tracia por el anchuroso Ponto…” Ilíada IX, 53
(74) Tendremos ocasión de ver al ilustre Odiseo escapar presuroso ante una acometida de Hector, desamparando así al anciano Nestor mientras este, inadvertido del peligro intenta desuncir uno de los caballos de la cuadriga herido en el testuz por una flecha lanzada por Paris: “…mientras el anciano se daba prisa cortar con la espada del caído corcel, vinieron por entre la muchedumbre los veloces caballos de Héctor, tirando del carro en que iba tan audaz guerrero. Y el anciano perdiera allí la vida, si al punto no lo hubiese advertido Diomedes, valiente en la pelea; el cual, vociferando de un modo horrible dijo a Odiseo: ¡laertiada del linaje de Zeus! ¡Odiseo, fecundo en ardides! ¿adonde huyes confundido con la turba y volviendo la espalda como un cobarde? Mira que alguien, mientras huyes, no te clave la lanza en el dorso. Pero aguarda y apartemos al anciano del feroz guerrero. Así dijo y el paciente y divino odiseo pasó sin oírle, corriendo hacia las cóncavas naves de los aqueos…” Ilíada. VIII 78, 93, 97.
(75) Héctor provocaba pavor inclusive al mismo Aquiles. Durante un lance de combates singulares en que Menelao se dispone a enfrentarlo, es disuadido de tamaña insensatez por Agamenón: ¡Deliras Menelao, alumno de Zeus! Nada te fuerza a cometer tal locura. Domínate, aunque estés afligido, y no quieras luchar por despique con un hombre más fuerte que tú, con Héctor priámida que a todos amedrenta y cuyo encuentro en la batalla, donde los varones adquieren gloria, causaba horror al mismo Aquileo que te aventaja tanto en bravura…” Ilíada VII, 109
(76) La alegría tumultuosa que siguió a la construcción de la muralla, enmudeció prontamente: “Toda la noche estuvo el próvido Zeus meditando como les causaría males: el pálido temor se apoderó de todos, derramaron a tierra el vino de las copas, y nadie se atrevió a beber sin que antes hiciera libaciones al prepotente cronión. Después se acostaron y el don del sueño recibieron…” Ilíada VII, 464.
CONFERENCIA MAGISTRAL 2012
LOS ANTIGUOS GRIEGOS Y NOSOTROS Y LOS GRIEGOS Y SU PROYECCIÓN TOLKIENIANA
Las Dras. Ana María González de Tobia y Luz Pepe de Suárez. han compartido sus valiosas investigaciones en el Salón Bernardino Rivadavia de La Plata-Bs. As - Argentina, invitadas por SER GRIEGOS.
MUESTRA DE ÍCONOS 2011
PRESENTA SER GRIEGOS
SALÓN BERNARDINO RIVADAVIA 47 y 7 -LA PLATA entrada libre y gratuita a partir del 2 de agosto de 2011
CICLO DE CINE GRIEGO 2011
organiza SER GRIEGOS
SALÓN BERNARDINO RIVADAVIA
calle 47 y 7 -LA PLATA
del martes 28 de junio al 1 de julio
a las 18 hs.
Se proyectará: "NYFES" (Grecia 2004). Director: Pantelis Voulgaris. Guion: Ioanni Karystiani (Premio Nacional de Literatura de Grecia) Género: Drama-Romance. Reparto: Victoria Haralabidou, Damian LewisDuracion: 123 minutos. Presentación y comentarios Director cinematográfico, Prof. Nicolás Isasi. Organiza: SER GRIEGOS.
Se proyectará: "STRELLA" (Grecia 2010) Director: Panos Koutras. Guion: Panos Koutras-Panaiotis Evangelidis. Género: Drama. Reparto: Mina Orfanou, Yannis Kokiasmenos, Minos TheoarisDuracion: 113 minutos. Presentación y comentarios: Director cinematográfico, Prof. Nicolás Isasi. Organiza: SER GRIEGOS.
Se proyectará: "URANYA" (Grecia-Italia 2006) Director: Kostas Kapakas. Guion: Kostas Kapakas. Género: Comedia. Reparto: Maria Grazia Cucinotta, Tassos Palatzidis, Taxiarhis Hanos, Dimitris Piata, Maria FilippouDuracion: 100 minutos. Presentación y comentarios. Director cinematográfico, Prof. Nicolás Isasi. Organiza: SER GRIEGOS.
Se proyectará: "PAPÁ, ¿POR QUÉ TE FUISTE?" (Grecia 2003) Guion y Dirección: Penny Panayotopoulou. Género: Drama. Reparto:Yorgos Karayannis, Christos StergioglouDuracion: 113 minutos. Presentación y Comenarios: Director cinematográfico, Prof. Nicolás Isasi. Organiza: SER GRIEGOS.
VANESA GALASSO
La artista plástica Vanesa Galasso nació en 1971 en Capital Federal, Buenos Aires , Argentina. Incursionó en distintas disciplinas artísticas en su juventud, pero se dedicó a la Plástica a partir de 1991, año en que ingresa en la Escuela de Bellas Artes “ Manuel Belgrano”, recibiendo al concluir el título de “Maestra Nacional de Dibujo”. Estudiò algùn tiempo la Carrera de Ceramista en la “Escuela Municipal de Cerámica “de Lomas de Zamora con Eduardo "Chino" Pared.Docente de plástica, a trabajado dando clase a niños en colegios. En el año 2010 ha sido preseleccionada en el “Concurso Salón de pequeño formato de Otoño”, preseleccionada para el tercer premio del “Concurso online Lenguaje Propio” y ha sido ganadora del 1º premio de Dibujo del “Concurso Encuentrarte”, auspiciado por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
www.vanesagalasso.es.tl
POESÍA PARA COMPARTIR
Θλίψη με φεγγάρι
Θλιμένη είμαι, φυλακισμένη από ολοκληρο πόνο.
Κοιτάω το φεγγάρι σε θρόνο γυάλινο.
Λυπημένη το βλέπω να με χαιρετάει.
Όμως του λείπουν οι λέξεις δεν μπορεί να μιλάει.
Εσένα βλέπω στην ολοστρόγγυλη φάση.
Γεμάτη είμαι από την αγάπη αυτή ειδικά.
Όχι δε θέλω να σε ξεχάσω, δεν μπορώ να σε αφήσω.
Είσαι το τέλος μου ,είσαι η αρχή μου.
Το φεγγάρι μου χαρίζει όλη την ξαστεριά του.
Η καρδιά μου παραπονεμένη ναυαγός στη σκοτεινιά.
Το φώς σου χρειάζομαι για να γλυτώσω τη ψυχή μου από τη θύελλα.
Θλιμένη αισθάνομαι δεν βρίσκω ειρήνη.
Θλίψη με φεγγάρι έχω γιατί δεν μπορώ να σε κοιτάω.
Δεν σε έχω κοντά μου και δεν μπορώ να σε χαϊδέψω.
Τρέμουνε τα χείλια μου που δεν μπορούνε να σε φιλήσουν.
Την απουσία σου μετρώ με χτυποκάρδια.
Και η αγάπη μου γίνεται ωκεανός να σε χωρέσω.
Κατερίνα ΤΣΕΡ(Νεράιδα)
Tristeza de Luna
Triste estoy, presa de un dolor total.
Miro a la Luna en su trono de cristal.
Apenada la veo queriéndome saludar.
Pero le faltan las palabras, no puede hablar.
A ti refleja en su fase completamente circular.
Llena me encuentro de este amor particular.
No quiero olvidarte, no puedo dejarte pasar.
Eres mi principio y eres mi final.
La luna me regala toda su claridad.
Mi corazón acongojado naufraga en la oscuridad.
Tu luz necesito para rescatar mi alma de la tempestad.
Angustiada me siento no encuentro la serenidad.
Tristeza de luna por no poderte mirar.
De no tenerte cerca y poderte acariciar.
Tiemblan mis labios que no te pueden besar.
Tu ausencia mi corazón marca con su palpitar.
En océano se convierte mi amor para poderte abarcar.
Katerina TSER (Neraida)
GRECIA ETERNA
Pantelis Voulgaris / Παντελής Βούλγαρης
Νύφες (Novias)
Una de las mejores películas griegas de los últimos años. La autora delguión es Ioanni Karistiani, y la historia que narra está basada en hechos reales.Situada en el verano de 1922, en el transatlántico griego “King Alexander II” que se dirige a Nueva York. El fotógrafo Norman Harris y la costurera Niki viajan en este barco. Norman en primera clase, Niki en tercera junto con setecientas novias más, que van a casarse en América. Todas llevan en sus maletines las fotos de un novio desconocido y su vestido de novia. Norman y Niki están abocados a vivir una historia de amor.
MUSEO BENAKI Y UN TESORO TEBANO
Hay piezas importantes de todas las épocas pero destacan las de la cicládica de tamaño natural que tanto influenciaron en artistas como Picasso en su época cubista. También habría que acercarse al Museo del Agora, que se encuentra en el restaurado Pórtico de Atalo, dentro del conjunto arqueológico más importante después de la Acrópolis. Allí se han reunido casi todas las piezas encontradas en el entorno del Teseion y el propio ágora. Se puede completar el itinerario con una visita al Museo Oberlaender, en el interior del Cementerio de Cerámico, y donde se han reunido gran parte del botín descubierto en sus tumbas, incluido el espectacular Kouros hallado en 2000 en lo que fue el principal cementerio de la ciudad hasta el S.VI d.C.
LA CULTURA DEL EGEO
POESIA GRIEGA ACTUAL-PREMIO EUROPEO DE POESIA 2010
Ποιήματα (Poemas), 1952
Έρεβος (Erebo), 1956
Ερήμην (In absentia), 1958
Επί τα ίχνη (Sobre la pista), 1963
Το λίγο του κόσμου (Lo insignificante del mundo),1971
Το Τελευταίο Σώμα μου (Mi último cuerpo), 1981
Χαίρε ποτέ (Adiós jamás),1988
Η εφηβεία της Λήθης (La adolescencia de Lethe), 1996
Eνός λεπτού μαζί (Un minuto juntos), 1998
Ήχος απομακρύνσεων (El sonido de la partida), 2001
Χλόη θερμοκηπίου (El césped del invernadero), 2005
Μεταφερθήκαμε παραπλεύρως (Nos trasladamos a la puerta de al lado), 2007
GUÍA PARA SOBREVIVIR A UNA ISLA
El escritor puntualiza, en Madrid, que "le gusta contar historias y le seduce hacerlo en forma de thriller policial. La investigación policial y científica se asemeja bastante porque tanto los policías como los científicos tratan de buscar la verdad. "Encontrar la verdad es el objetivo de cualquier investigador, tanto policial como científico. La aventura del ser humano es su intento por descubrir siempre la verdad".
El autor griego trató de responder a dos preguntas: ¿por qué no puede ver su reflejo? ¿Qué le pasó? para conformar la trama. "Partiendo de un hilo fue configurándose el argumento. Siendo absolutamente ficción si existen casos con problemas neurológicos que pueden tener este tipo de problemas". El lector deberá ir descubriendo si el protagonista padece la enfermedad o todo es pura ficción.
LIBROS PARA COMPARTIR
LA LUZ CICLÁDICA
Nikos Kazantzakis
FRAGMENTO DE ZORBA
NAVIDAD EN GRECIA
FESTEJOS DE NAVIDAD
El 24 de diciembre, día de la víspera de Navidad, todos los niños se despiertan por la mañana listos y entusiasmados para dar comienzo a una jornada especial. Casa por casa llevan sus calandas, cantos y poemas que aluden a las Fiestas, y se acompañan con el sonido de las trigonas, un triángulo de acero que se hace tintinear con ayuda de una varita del mismo material. En los hogares, los reciben con frutas y postres típicos conocidos como kourabiédes, unas galletitas azucaradas muy populares.
El 25 de diciembre, antes del amanecer, las familias más tradicionales se levantan para ir a la iglesia. Durante el almuerzo comienzan a aparecer en la mesa las delicias típicas de la Navidad: galopoula (pavo relleno de castañas, uvas pasas, nueces y almendras) con papas al horno es una de las opciones más vistas.
Distinto a lo conocido en muchos países, los griegos no tienen árboles de Navidad. En compensación, realizan unas asombrosas maquetas de madera con forma de veleros y allí es que cuelgan las tradicionales bolitas que todos vemos generalmente en los pinos nevados. Otra diferencia es que nada tiene que ver Navidad con Papá Noel, y por tanto no se reparten regalos.
Es recién el 1º de enero que llegan los obsequios, pero es de la mano de San Basilio. El primer día del año, el almuerzo se cierra con una vassilopita, un tipo especial de pan que se elabora con cáscara de limón y mantequilla, con lo cual resulta cremoso y con un delicioso aroma cítrico.
MELOMAKARONA-GALLETITAS DE NAVIDAD
Ingredientes (para 40 galletitas)
Para la masa:
2 tazas de aceite de oliva
¾ taza de azúcar
¾ taza de zumo de naranja
¼ taza de coñac
7 a 8 tazas de harina
2 cucharaditas de levadura
1 cucharadita de bicarbonato
Para el almíbar:
2 tazas de miel
2 tazas de azúcar
2 tazas de agua
Dificultad: sencillo.
Elaboración
Colocar en un bol el aceite de oliva, el azúcar, el zumo y el coñac, y batir hasta que se forme una mezcla homogénea.
Tamizar la harina, la levadura y el bicarbonato al menos dos veces, y añadirlos al bol con la preparación batida.
Remover con energía para evitar que se formen grumos y hasta lograr que los ingredientes se unan en una masa suave.
Separar bollitos de masa que quepan en el puño cerrado y moldear sobre una superficie lisa aplastándolos para darles una forma alargada (como la que se ve en la fotografía).
Colocar cada uno sobre un papel de estraza y llevar al horno a temperatura media durante 30 minutos.
En una olla pequeña, colocar el azúcar, la miel y el agua para el almíbar y hervir durante cinco minutos.
Retirar los melomakarona del horno y verter encima de ellos el almíbar caliente.
Dejar reposar durante 15 minutos para que absorban y luego extraerlos y colocarlos en un plato.
Consejito: una vez que se retiraron del almíbar, pueden rociarse los melomakarona con nueces machacadas y/ canela a gusto.
COCINA GRIEGA EN LA ANTIGUEDAD
El descubrimiento de la acción de las levaduras en la panificación tampoco tiene paternidad. Probablemente fuera fruto de la casualidad, como lo fue, en el Paleolítico, la conquista del fuego. lo que sí es indudable, pues hay referencias escritas, es que los griegos tenían en mucha estima los distintos tipos de pan, que elaboraba a partir de harina de trigo, cebada o avena, a las que mezclaban miel, aceite o queso. Normalmente preferían los panes fermentados, pues como señaló Dióscorides, son mucho más digestivos. No obstante, también los consumían ácimos o sin levadura . El desarrollo económico de las ciudades griegas producido al finalizar las guerras del Peloponeso comportó una dignificación de la cocina, en la que comenzaron a aparecer con mayor frecuencia los pescados, sin que ello significara la pérdida del gusto por la carne de cordero, de buey o de cerdo.
Mucho y muy bien debieron comer los griegos, como se desprende de las recomendaciones que hace Mnesio a su cocinero: Anunciaras a los invitados que ya están servidos los pescados y que se enfriaran si tardan mucho en venir. Además el vino se calentará, se secarán las salsas, el pan se pondrá duro y los asados van a socorrarse. Para estimularles el apetito les anunciaras que la comida va a iniciarse disfrutando de sabrosas morcillas, cuajares y toda clases de callos... tampoco estará de más que cuentes todo lo que va a servirse: trufas, aceitunas, ajos, calabazas magníficas, sopas, thrion, verduras rellenas de miel y una verdadera orgía de los más delicados pescados: ostras, cazones, congrios, pececillos, jureles, un atún hembra, colas de tiburón saladas, torpedos, rayas, percas, lagartos de mar, pequeños sábalos, trencas marinas, salmonetes, juncos de mar, pastinacas, murenas, pauros, ciprinos, esparos, escaros hembras, alosas, quisquillas, peces voladores, platijas, pulpos, jibias, langostas, lenguados, aphyes, agujas, mújoles, escorpenas, anguilas. Además habrá otros manjares deliciosos como ocas cebadas, puercos, corderos, carnes de buey, de oveja, de Jabalí y de Cabra, gallos, pintadas, patos, picazas, perdices, sabrosos zorrillos...
Este banquete de bodas es un buen ejemplo de lo que debió ser la cocina griega. Es interesante observar la profusión de pescados y su importancia, y queda remarcada con el además con que se inicia la descripción de las carnes de que pondrán discuta los comensales. Eran tantos los placeres de la mesa que Egemón de Leucade cifraba su máximo deseo en la hipotética posibilidad de tener un pescuezo de grulla, para así saborear con más tiempo los alimentos.
Los invitados a estos banquetes comían estirados, apoyados sobre el brazo izquierdo, pudiendo utilizar únicamente -si respetaban las normas de educación, cosa que el vino solía impedir- los dedos de la mano derecha para tomar alimentos de la mesa o de las bandejas que ofrecían los esclavos.
En estos grandes banquetes la mujer quedaba relegado a un segundo plano. En la cocina se encontraba la dueña de la casa, la esposa, vigilando el asado de ubres de cerda y la elaboración de las salsas a base de huevos, pimienta, miel, aceite y cominos, pero jamás llegaba a participar de la fiesta, durante la cual los hombres hacían gala de su ingenio e inteligencia. A partir de las conquistas de Alejandro el Magno, el banquete, el symposion , perdió su carácter para convertirse en una orgía.
Al margen de esta cocina festiva, propia de los emperadores, el pueblo griego se alimentaba a base de gachas de harina y pescado salado.
EL VIAJE
NIKOS KAZANTZAKIS Νίκος Καζαντζάκης
" Me encontré con él por primera vez en el Pireo. Había bajado yo al puerto para embarcarme con destino a Creta. Era un amanecer luminoso. Soplaba fuertemente el Siroco: hasta el cafetín portuario llegaban las salpicaduras del oleaje. Las puertas vidrieras estaban cerradas, el local olía a emanaciones humanas y a infusión de salvia. Afuera hacía frío, el aliento empañaba los vidrios. Cinco o seis marineros, que habían estado en vela toda la noche, abrigados con blusas de piel de cabra bebían café o salvia y contemplaban el mar a través de los turbios cristales. Los peces, aturdidos por la violencia del oleaje, se habían refugiado en aguas tranquilas de las profundidades y esperaban que arriba renaciera la calma. Los pescadores aglomerados en los cafés aguardaban también que amainara la borrasca y que los peces, tranquilizados, asomaran a la superficie y mordieran los anzuelos. Los lenguados, racazos y rayas, regresaban de sus expediciones nocturnas. Amanecía.
Νίκος Καζαντζάκης
ZORBA EL GRIEGO
ODYSEAS ELYTIS-PREMIO NOBEL DE LITERATURA
El eros
El archipiélago
Y la proa de sus espumas
Y las gaviotas de sus sueños
En su más alto mástil el marinero ondea
Una canción.
El eros
Su barco
Y la despreocupación por sus nortes
Y el foque de su esperanza
En su más ligero oleaje una isla mece
La llegada.
HORACIO CASTILLO. MICENAS
donde en vano se buscan rastros de la sangre
que enjugó para siempre la tierra
rica alguna vez en caballos.
Por donde pasaron los enseres
hacia el mar y la guerra
ahora una bocanada como de tumba recién abierta
sale al encuentro del viajero.
Y desde la terraza, si se mira
la ocre y áspera llanura,
todavía se escucha el luciente bronce
y resplandece el rostro de oro.
Pura ilusión, nostalgia de los hombres
a quienes la inteligencia sosegó el corazón
y no saben ya tensar el arco de la vida.
SAFO Σαπφώ
ODA A AFRODITA
(fragmento)
Inmortal Afrodita de trono colorido,
hija de Zeus, que tramas ardides, te suplico:
ni a tormentos ni a angustias me sometas,
señora, el corazón;
sino ven, si una vez y en otro tiempo
percibiendo mi voz ala distancia
me oías, y dejando la casa de tu padre,
dorada, te viniste
no bien uncido el carro; y hermosos te llevaban
en torno de la tierra negra, ágiles gorriones
girando sus tupidas alas, desde el cielo,
por medio del éter;
y enseguida llegaron, y, oh bienaventurada,
en tu rostro inmortal una sonrisa (...)
Oráculo de Delfos
LENGUA GRIEGA
LOS DIALECTOS GRIEGOS
Los datos de las inscripciones y de los textos literarios muestran que en la época clásica la lengua griega consistía en una serie de dialectos. Las diferencias entre ellos, lo suficientemente pequeñas para permitir a cada ciudad griega entenderse con las otras , reflejan el movimiento de los pueblos griegos en épocas remotas . Los dialectos de Grecia en época clásica se desglosan en dos grandes bloques : griego occidental y griego oriental , que a su vez se subdividen en : griego occidental que comprende el griego del noroeste y el dorio; el griego oriental qu ese subdivide en jonio, eolio y arcadochipriota. La unificación política de Grecia comenzó bajo el reinado de Filipo II de Macedonia (359-336 a.C) produjo la decadencia de los dialectos y el ascenso de un nuevo griego homogéneo , la koiné . Su base fue el ático , y se extendió con las conquistas de Alejandro Magno a través de todo el Imperio.
EL GRIEGO MODERNO
El griego moderno es una forma evolucionada del koiné. En la actualidad coexisten dos formas de lengua: La lengua literaria llamada Kathareusa (Pura) , con bastante similitudines con el griego clásico y la lengua coloquial llamada demótica (Popular) que cada vez toma mayor importancia como lengua literaria.
viernes, 14 de noviembre de 2014
domingo, 27 de diciembre de 2009
SAFO Σαπφώ
ODA A AFRODITA
(fragmento)
Inmortal Afrodita de trono colorido,
hija de Zeus, que tramas ardides, te suplico:
ni a tormentos ni a angustias me sometas,
señora, el corazón;
sino ven, si una vez y en otro tiempo
percibiendo mi voz ala distancia
me oías, y dejando la casa de tu padre,
dorada, te viniste
no bien uncido el carro; y hermosos te llevaban
en torno de la tierra negra, ágiles gorriones
girando sus tupidas alas, desde el cielo,
por medio del éter;
y enseguida llegaron, y, oh bienaventurada,
en tu rostro inmortal una sonrisa (...)